Con un título tan pétreo y tan poco atrayente como El Sistema Ricardo Menéndez Salmón parece querer advertirnos de que no vamos a encontrarnos con un texto complaciente y efectivamente así es. Por cierto, la novela ganó el premio Biblioteca Breve 2016.
En un futuro indeterminado el protagonista del libro, que se denomina a sí mismo el Narrador, con mayúscula, trabaja como vigía en una de las islas del archipiélago que constituyen el "Sistema". Su vida en la Estación Meteorológica 16 aunque solitaria es cómoda, y aparte de estudiar Historia Moderna y de leer los numerosos informes que llegan del "Dado", organismo un tanto esotérico y misterioso del que emana el poder y que dicta las leyes de "Sistema" su misión principal es la de vigilar la llegada de "Ajenos". Los "Ajenos" no pertenecen al "Sistema" por lo que son rechazados por los "Propios", que temen que con su llegada masiva por mar puedan propiciar la caída de su mundo. El "Sistema" está formado por varias islas: "Realidad" (en la que vive el Narrador), "Empiria" y la "Innombrable", además de otras que no se mencionan. Es fácil establecer una correspondencia entre cada una de estas islas con países de nuestra realidad. Todo en esta novela es simbólico, desde los nombres de las islas hasta los nombres de los personajes pasando por la historia que se cuenta. A veces este simbolismo es evidente, como en el caso de los países a los que se alude con las islas o en el caso de los "Propios" y los "Ajenos", en otros la relación resulta mucho más inasequible como veremos más adelante.
El Sistema es una especie de distopía. Como suele ocurrir en este tipo de obras el protagonista pasa de ser un convencido del sistema a poner en duda sus intenciones y sus resultados. En las primeras páginas se nos dice que el objetivo del "Sistema" es la seguridad y que la felicidad, libertad y justicia sólo son posibles mediante un férreo control del sistema. ¿A que esto nos suena? Todo es tan evidente que se me escapa qué pretende el autor con este simbolismo tan obvio, a no ser que quiera hacernos ver que la historia se repite constantemente. Sin embargo, el libro es todo menos claro, porque aparte de los paralelismos antes mencionados, la novela está llena de elementos más oscuros cuyos significados resbalan entre mis resignadas neuronas. Por ejemplo el de una misteriosa caja que instalan en la Estación Meteorológica 16 o el de un juego al que obligan a jugar al protagonista en la tercera parte del libro.
La actualidad del mundo está muy presente así como el destino de la humanidad, sin embargo me queda la sensación de que se quieren tocar demasiados temas. La novela consta de tres partes constituidas por los cuatro cuadernos que el Narrador ha ido escribiendo y que denomina "El cuaderno de él", "El cuaderno de yo" y El cuaderno de tú", escritos sucesivamente en tercera, primera y segunda persona. Además de una cuarta parte con la que la novela concluye.
La novela está escrita con una prosa fría y desapasionada que me recuerda a veces a un Ballard al que Menéndez Salmón le hubiera incorporado su gusto por las expresiones cultas y a veces incluso arcaicas. Es al primero que he visto en muchos años escribir quilómetro en lugar de kilómetro. Queda claro que es un tipo culto, al que probablemente le ha costado lo suyo adquirir tamaño saber por lo que no duda en ningún momento en deleitarnos con su erudición. Como muestra un botón. En un momento de la novela varios personajes se proponen escribir una nota, que posteriormente será lanzada al mar dentro de una botella, con las mayores maravillas dejadas por el hombre. ¿Pues qué creen que anotan? Las pirámides, la música de Schubert, Ilíada, Edipo en Colono, Fedro, etc. Se ve que en los últimos siglos la humanidad ha creado muy poca cosa. Y luego para darle un tono más jocoso el autor añade la bullabesa. Podía haber sido la tortilla de patatas o el cochinillo asado, pero seguramente no quedaba igual de glamuroso que la bullabesa y probablemente desentonaría frente a Edipo en Colono.
Menéndez Salmón es un escritor con evidente talento y recursos, aunque a veces suene algo excesivo:
El resto del día mientras imaginas a los viajeros concentrados en la cubierta del Aurora, unidos por su carne destinada a la extinción, puedes escuchar el desplazamiento de los titanes (se refiere a unos icebergs), su materia invisible, muchos metros por debajo de las aguas, espléndida, violenta, una cornucopia del asombro y del poder.
Un libro a ratos apasionante, con momentos de resonancias míticas, en otras cargante, pretencioso, hermético e incomprensible. Da la impresión de que el mismo autor se perdiera en algunos momentos entre sus profundas reflexiones y sus brillantes metáforas. Por último, todo parece perfectamente planificado para llegar a la alegórica escena final, que a mí personalmente me resulta rebuscada y muy poco satisfactoria.
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