En los últimos años Runas ha
estado reeditando las novelas más importantes de John Wyndham, quedaría
pendiente Los cuclillos de Midwich (1957) y habrá que ver si la
editorial se atreve con algunas menos conocidas, como las que se publicaron
tras su muerte o con alguno de sus libros de relatos. Wyndham es uno de los
pocos autores clásicos, con obras maestras como El día de los trífidos (1951) o Las crisálidas(1955), que se sigue
reeditando en nuestro país.
Chocky (1968) fue la última
novela publicada por Wyndham en vida. Se trata de una novela corta de 150 páginas
de una factura muy clásica que, sin ofrecer grandes sorpresas, se lee con
agrado. En estos tiempos en las que las historias se estiran, se ramifican en múltiples
tramas y en las que cada uno de los personajes que aparecen ha tenido una vida
fascinante que merece ser contada, aprecio más que nunca que un autor se ciña a
lo que nos quiere contar. Lo demás, si es tan relevante, puede guardárselo para
una próxima novela.
El argumento de Chocky
es de lo más simple. Mathew, un muchacho inglés de los años sesenta, que hasta
entonces había tenido un comportamiento completamente normal empieza actuar de
una manera extraña. Todo podría deberse a la tardía aparición de un amigo
invisible. Los padres adoptivos del chico ya pasaron por una experiencia
similar con otra hija más pequeña. Sin
embargo en esta ocasión resulta ser mucho más desconcertante debido a las
preguntas que Mathew les plantea, que nos son las propias de un niño de su
edad. La preocupación por la salud mental de Mathew se acrecienta con el paso
de los días y con lo que les cuentan los profesores. No saben cómo actuar, si
negar la existencia de Chocky, que es el nombre con el que el niño se refiere a
esa voz interior, o si lo mejor sería hacerle creer a su hijo que aceptan que
es alguien real y no imaginario. Lo que más quiere un padre o una madre es que
su hijo crezca sano física y mentalmente y esa angustia, ese miedo a que a algo
le pase queda perfectamente plasmado en el libro. Surgen nuevas y alarmantes
explicaciones para el comportamiento del niño y poco a poco la tensión del
relato va a más.
El problema de la novela es que casi desde el principio se sabe cuál es el origen de Chocky. Hay viajes que merecen la pena por el destino al que nos conducen y otros que se disfrutan por el camino que debemos recorrer para llegar hasta ahí. Esto último es lo que sucede al leer Chocky. Me quedo con ese ambiente tan inglés, con algunas de la convenciones puestas en cuestión desde la perspectiva de alguien que no forma parte de nuestro mundo y con el ajustado manejo de la intriga que hace Wyndham.
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