Comienza la novela
presentándonos los conflictos que existen en una familia formada por un
matrimonio que hace aguas y dos hijas, una de las cuales no es muy normal que
digamos. No es un preámbulo demasiado original, por suerte la historia se
vuelca más adelante en el pasado de la madre, que cuenta con mucho más interés.
Fue entonces cuando prendió en mí la chispa, ese fuego, esa fiebre muy parecida
a la que se experimenta en el enamoramiento, esa que te impide dejar de pensar
en otra cosa que no sea el objeto de tu amor. Esto habría sido suficiente para
que me olvidara por completo del comienzo si al final la pasión se hubiera
consolidado, pero no adelantemos acontecimientos.
Intentar
resumir el argumento de este tipo de novelas es siempre algo peliagudo si se
quiere evitar destriparlas, cada detalle es importante y en el caso de Sundial
la autora hace un esfuerzo añadido para crear expectación demorando las
explicaciones y planteando nuevos interrogantes. Nada raro por otro lado, y hay
que reconocer que Ward lo hace bien. Además la autora juega limpio y al
terminar la novela queda claro que lo tenía todo atado desde el principio. La
historia, con todas sus revelaciones y giros, está muy trabajada y no se le
puede poner peros en ese sentido. Otra cosa es que las explicaciones convenzan
a todo el mundo.
Como ya he
avanzado al comienzo de la reseña la primera parte no es lo mejor del libro.
Esa madre preocupada por sus hijas, siempre pendiente (sobre todo de una de
ellas), que las recrimina cuando hacen algo que no deben mientras su marido las
malcría y que, además de engañar a su mujer con la vecina, se presiente
violento, conforman un escenario ya muy manoseado. Pero el mayor problema para
mí lo supone Callie, la hija mayor del matrimonio, que reúne todos los tópicos
habidos y por haber de lo que podríamos denominar el subgénero de niños terroríficos.
Ve fantasmas, tiene amigos imaginarios, colecciona huesos de animales muertos,
lo tiene todo, y parece poseer una crueldad y un desapego a su madre que me
cuesta creer. Convertida en una figura caricaturesca termino por desvincularme
de esa parte de la historia, porque dejo de creérmela.
Por suerte la
novela se centra enseguida en el pasado de Rob, madre de la criatura, y en la
compleja relación que mantiene en aquel entonces con su hermana gemela. A
partir de aquí la novela remonta, y de qué manera. Ward establece paralelismos
entre las dos historias, la del pasado y la del presente, entre la relación que
existe entre las hijas de Rob y entre ésta y su hermana, sin embargo no ha sido
ese vínculo lo que me ha atraído de Sundial. El relato que Ward hace de
la infancia de Rob, de sus misteriosos padres de Rob y de su problemática
hermana Jackie se sostiene por sí solo sin la necesidad de añadir más niveles
de complejidad. El secreto que envuelve a todo lo que sucede en ese rancho en
el desierto, donde realizan experimentos de control mental con perros, y que
Rob poco a poco va desentrañando hasta descubrir que nada es como pensaba y
sobre todo la relación de amor y envidia entre las hermanas me parece lo más
destacable de la novela.
Cada vez resulta más difícil sorprender al
lector y esto lleva a muchos escritores a forzar la maquinaria, a girar la
tuerca una vuelta más hasta hacer saltar todo por los aires y echar a perder un
buen trabajo. Y es lo que le sucede a Ward con esta novela. Todo el relato
central es impecable a pesar de los lugares comunes que salpican en ocasiones
el texto («... el aceite para después del baño que huele como una tarde de
primavera») y desde mi punto de vista lo mejor que podría haber hecho la
autora es limitarse a contar esa historia.
A pesar de todo es un libro que recomiendo. Su parte central es adictiva, verosímil y con momentos en verdad terroríficos. Tanto es así que me he animado a buscar más libros de esta autora tan en boga, así que es muy posible que en poco tiempo podáis leer en Universo de Pocos otra reseña de alguno de sus libros.
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