Resulta que me
compré este libro cuando tenía todas las papeletas para tirarlo por la ventana.
Es el primero de una trilogía, serie o lo que vaya a convertirse, porque estas
cosas nunca se sabe en qué derivan. Las primeras páginas consisten en un mapa
de la cara visible de la luna y en el dramatis personae, una clara advertencia
de la ardua tarea que nos espera. Como remate final, y como no podía ser de
otra manera, nos obsequian con un glosario. No hay mayor placer que saltar página
atrás y página adelante para buscar palabras desconocidas. Se trata de un
glosario como en las novelas tipo Dune, o cualquier serie de fantasía de esas
que llenan las librerías. Por si esto no fuera suficiente para defenestrar el
libro, en muchas reseñas lo comparan (juro que lo indican como algo positivo)
con viejas series de tv tipo Dallas o Falcon Crest.
Buena manera de
comenzar una novela con todos estos prejuicios. Y con razón me diréis, ¿por qué
narices lo compraste entonces? Buena pregunta. A la que intentaré responder sin
enrollarme demasiado. Desde hace algún tiempo tenía interés por leer algo del
autor de El río de dioses (libro descatalogado desde hace tiempo), además
Luna nueva se ha convertido en uno de los libros más importantes del año:
ha optado al British Science Fiction Awards y al John W. Campbell Memorial
Award (aunque finalmente no ha ganado ninguno), y yo me debo a mi blog por
reducido que sea. Así que, básicamente lo he hecho por vosotros, mis queridos
lectores.
Dicho esto he de
admitir que me lo he pasado moderadamente bien leyendo esta historia, que me ha
recordado a algunas viejas películas del oeste; esas con rancias familias muy
numerosas enfrentadas entre sí, encabezadas por tercos patriarcas o tenaces
matriarcas rivales que se odian a muerte. Líderes que en el ocaso de sus vidas
quieren legar toda su fortuna y su poder a sus hijos de la manera más justa,
pero sin que su emporio se resienta. Supongo que de ahí vienen las comparaciones
con series como Dinastía. Luna nueva lo tiene todo. Sospecho que McDonald lo ha
hecho con toda intención escogiendo los ingredientes más efectistas para crear
un Best-Seller: hermanos enfrentados por el poder, hijos malcriados, personajes
heroicos, juicios por combates, matrimonios fracasados, malos malísimos,
traiciones, bodas concertadas, un entorno inhóspito y mucho sexo además de
variado. Y le ha salido bien (tan bien que lo van a convertir en serie de
tv). Contada con muy buen ritmo sobre todo
en su último tercio, cuando los personajes resultan reconocibles y cercanos y
ya no es necesario consultar el listado del principio, McDonald nos empuja hacía
un vibrante final lleno de tensión que nos deja con ganas de más.
Desde luego, no es el
tipo de novela que yo suela leer. En general, las intrigas familiares y de
poder me aburren bastante, sin embargo reconozco el mérito del autor al lograr
atrapar a un lector receloso y escéptico como yo con su escritura. Aún así,
desde mi punto de vista, la novela tiene varios defectos. McDonald sacrifica en
aras de un mayor dinamismo una descripción más diáfana y menos impresionista
del escenario, con la importancia que tiene en una novela como ésta. Las
ciudades de la luna con sus “prospekt” y sus “quadra” quedan bastante
desdibujadas y en más de una ocasión me ha sido imposible visualizar los hechos
que se me contaban. Tampoco resulta de mi agrado el folclorismo (he tachado de
pacotilla), en este caso brasileño, con el que el autor nos atosiga durante
todo el libro con la pretensión de enriquecer su relato. Al parecer McDonald
tiene cierta querencia por las culturas exóticas, su libro El río de los
dioses se sitúa en la india y ya os podéis imaginar dónde se desarrolla Brasyl.
No le encuentro mucho sentido a colocar un “paizinho”, una “madrinha”, una “senhora”
o un “mamae” de vez en cuando en medio del texto sobre todo si están hablando
entre ellos en portugués. Una corporación, la LDC, cobra a todos los habitantes de la luna por
el aire que respiran, y todos los residentes permanentes llevan un implante (el
resto lleva unas lentillas) que les permite saber lo que han consumido, pero en
ningún momento del libro se explica cómo impiden que la gente continúe
inhalando oxígeno en caso de no poder pagarlo.
En resumen, un libro
un poco lioso por la gran cantidad de personajes que lo integran, pero que una
vez superados los dos primeros capítulos (por cierto bastante extensos) resulta
entretenido y en alguna ocasión hasta consigue deslumbrarnos. El hecho de que
en la luna en lugar de derecho penal exista un derecho contractual da mucho
juego para una trama de este tipo. La labor de los jueces consiste en
establecer si los demandados han cumplido el contrato firmado previamente por
ambas partes. De modo que en este mundo creado por McDonald lo que impera es el
negocio y no la justicia. No me gustaría vivir en un mundo así, aunque
imaginarlo resulte enormemente atractivo.
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