Durante los años setenta y ochenta Philip José
Farmer fue uno de los autores de ciencia-ficción de más éxito gracias a la
saga El Mundo del Río. A
vuestros cuerpos dispersos fue el apasionante primer libro de la serie y
sin duda alguna el mejor de todos. La idea en la que se fundamenta (un planeta
en el que resucitan diferentes personajes de la historia) era demasiado buena
para malgastarla en un solo volumen y
Farmer la explotó todo lo que pudo hasta acabar mareando la perdiz. Es algo que
sucede con frecuencia con las series, sobre todo cuando tienen como en este
caso un arranque tan potente. A Frederik
Pohl le ocurrió algo parecido con su saga de los Heechees, en la que el
primero de los libros, Pórtico, da cien vueltas a los demás. Sin embargo
la serie de Pohl se sigue reeditando, cosa que no ocurre con El Mundo del río,
de la que hace unos años la desaparecida La factoría de
ideas sólo se
aventuró a reeditar el primer libro. Ahora mismo, a excepción de La odisea
de Green (Biblioteca del laberinto) y Mundo Infierno (Gigamesh), la
obra de Farmer está descatalogada, convertido su creador en uno de esos autores
como Theodeore Sturgeon, Silverberg o Aldiss que han pasado al olvido.
Farmer es un escritor de difícil clasificación. Para
algunos no es un auténtico escritor de ciencia-ficción y lo encuadran dentro de
la fantasía, de una fantasía apropiadamente tuneada con elementos científicos.
Otros le reprochan que su narrativa se fuera haciendo cada vez más comercial.
Yo soy de los que pienso que Farmer escribió más o menos lo que le dio la gana,
y resulta que lo que le dio la gana era volver a las historias de Tarzán, de
Doc Savage o de Sherlock Holmes que leía en su juventud. A los precursores de
la ciencia-ficción el género les brindó una estupenda oportunidad de ampliar
los trillados escenarios de las novelas de aventuras. Los mares surcados de
piratas, los mundos inexplorados o los relatos del oeste en los que autores
como Julio Verne, Emilio Salgari o Karl May situaban sus historias daban la posibilidad
de ser sustituidos por selvas en Venus, por canales en Marte o mares selenitas.
Edgar Rice Burroughs, Julio Verne, Wells serían los primeros en aventurarse en
esos nuevos mundos que tanto influirían en el joven Farmer, que quiso hacer
suyos aquellos personajes que le fascinaron, aunque para ello tuviera que
cambiarles el nombre por cuestiones de derechos. De este modo ha escrito
versiones de Tarzán, de Phileas Fogg, de Sherlock Holmes e incluso una novela
que se titula Venus en la concha poniéndose en la piel de Kilgore Trout,
el escritor de ciencia-ficción que aparece en varias novelas de Kurt Vonnegut.
A Farmer le gustaba el pastiche, reunir a personajes de diversas épocas y sobre
todo le gustaba divertirse a sí mismo. El relato que, sin embargo, le dio a
conocer, Los amantes (Farmer lo convertiría después en novela), no
pertenece a este grupo, y al introducir nuevos temas como el sexo o la religión
creó unas expectativas que luego no se cumplieron.
La odisea de Green supuso por tanto una decepción para todos los que
esperaban que siguiera renovando la
vieja ciencia-ficción pero descubrió su faceta más aventurera, que marcaría
gran parte de su ulterior obra. En efecto, La odisea de Green carece de
la brillantez y de la originalidad que había demostrado en Los amantes,
aquí el autor se limita a inventar un planeta a medida para que sus personajes
vivan las típicas aventuras con barcos, piratas y caníbales. Alan Green, el
protagonista, ha quedado abandonado en ese planeta habitado por seres humanos
muy parecidos a él pero atemorizados por las supersticiones. Por
miedo a ser confundido con un demonio y quemado oculta su origen a los
campesinos que le encuentran y acaba como esclavo. La novela es pura aventura y
cuenta el peligroso viaje de Alan a bordo de un velero a ruedas por una inmensa
llanura que ocupa la mayor parte del planeta con el objetivo de encontrarse con
unos astronautas que han sido capturados y que representan
su única esperanza de regresar a la Tierra. Quizás la primera parte, en la que
de manera jocosa se narra cómo logra escapar de los duques, sea lo mejor del
libro. La vida de Alan hasta entonces era bastante ajetreada, además de estar
casado con una mujer de fuerte personalidad y madre de seis hijos, se ve
obligado a satisfacer a la duquesa. Dejo a su imaginación para qué. Por el contrario,
la aventura en el barco resulta rutinaria y la resolución de algunas de las
situaciones peca de chapucera en ocasiones. Farmer, que se ha caracterizado
siempre por poseer una imaginación desbordante, se muestra más desganado que
otras veces a la hora de componer el escenario. En lo que se diferencia esta
novela de las novelas de aventuras tradicionales es en que su protagonista está
lejos de ser un héroe, tampoco es frecuente que se vea acompañado durante toda
la aventura de su mujer y de sus hijos.
En conclusión, se trata de una novela ligera, de aventuras intrascendentes, entretenida y mejor escrita que otras similares pero a años luz del mejor Farmer.
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