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miércoles, 14 de octubre de 2020

"Pequeños dioses y otros cuentos blancos” de Tim Pratt

Portada de  "Pequeños dioses y otros cuentos blancos” de Tim Pratt

Leyendo estos relatos de Tim Pratt he tenido la sensación de haber estado haciéndolo toda la vida, de conocerlos ya de antes, como si sus historias cercanas de amores que no llegan a consolidarse y de desengaños existieran desde siempre y sólo faltara que alguien como Tim Pratt les diera forma y las pusiera por escrito. Y no es porque les falte originalidad, porque imaginación le sobra a Pratt, quizás sea por la naturalidad con la que están escritas, por entroncar con las fantasías que se escribían antes o tal vez porque todos nos hemos sentido alguna vez como sus protagonistas.

El leitmotiv de la mayoría de los relatos de Pequeños dioses y otros cuentos blancos es el amor, en concreto el amor romántico, algo que en estos tiempos de odios viscerales y en el que todo parece estar en revisión, no deja de sorprender. Gran parte de ellos están protagonizados por hombres que han llegado al final de su juventud y que se han resignado a la vida que tienen sin haber logrado desprenderse de los recuerdos de amores perdidos o no satisfechos del pasado. Así ocurre en El pez limpiafondos, en El sótano del  mundo y también en Su voz en una botella. En las tres historias la rutina del personaje principal se ve trastocada por el regreso de un antiguo amor, un hecho que por muy deseado que sea no supone siempre un beneficio para su protagonista sino todo lo contrario como ocurre en El sótano del  mundo. Uno de los personajes  de Su voz en una botella llega a comparar este desasosiego por un amor pasado con la adicción a una droga de la que habría que desintoxicarse. El ambiguo desenlace de El pez limpiafondos no permite saber con claridad si este retorno desemboca en un final feliz o desgraciado. En estos tres relatos los objetos cotidianos tienen un papel importante en la trama, a veces son cosas  olvidadas que un pez extrae de lo más profundo de la memoria de su protagonista, en otras es una botella que guarda un mensaje suspirado por un viejo amor antes de despedirse. También puede ser un universo lleno de objetos perdidos como al que conduce el sótano de la casa de uno de los personajes.

Otro tema recurrente del libro es el de la pérdida de un ser querido. En Siegaespectros o la vida después de la venganza fallece el novio del personaje principal tras un accidente, en Pequeños dioses muere la esposa del protagonista en un atraco mientras que en Tres peticiones a la reina del infierno son tres muertes las que se suceden a lo largo del tiempo. Se trata de pérdidas insoportables que los que las han sufrido intentan mitigar haciendo tratos con el más allá. Los pactos desde el Fausto de Goethe son algo habitual en la literatura fantástica, basta con recordar El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, y por lo general el que se arriesga a hacerlos tiene todas las de perder por lo que suelen acabar en tragedia, sin embargo en los relatos de Pratt esto no es siempre es así, y es fácil que pasen del terror a la comedia.

Al margen de estas clasificaciones tenemos el relato Sueños imposibles, una historia  romántica que es también una viva declaración de amor al cine. Pratt fantasea con un universo alternativo al nuestro en el que fueron rodadas versiones diferentes de obras clásicas del cine y en el que incluso existen películas que nunca se llegaron a realizar en nuestro mundo como el Yo, Robot con guión de Harlan Ellison, la versión de El cuarto mandamiento con el final que concibió Orson Welles o un En busca del arca perdida protagonizado por Tom Selleck en lugar de Harrison Ford. También se cuestiona la realidad en el cuento titulado Resultados inesperados, en el que Pratt parece convertirse en una especie de Philip K. Dick menos atormentado y más resignado.  El menos blanco de estos cuentos blancos es La copa y la mesa con unos personajes más extraños de lo habitual. Una singular fantasía que va ganando interés según avanza pero que por desgracia el autor no logra rematar con un final a la altura.

El libro se completa con una tierna carta a un amor del pasado que nunca llegará a su destino (Pratt parece haber sufrido un desencuentro amoroso tras otro) y con el poema Romance científico, que es una divertida a la vez que apasionada declaración de amor en el que se utilizan a propósito todos los temas más manidos de la ciencia-ficción.

 Pratt es un autor prolífico que tiene varias novelas en su haber aunque no ha sido hasta hace poco que se han publicado en España. Desconozco cómo se maneja en las distancias largas pero hay que reconocer que los relatos cortos se le dan bien. Con sus pequeños detalles de la vida cotidiana, con sus personajes infelices sumidos en la nostalgia y con sus giros argumentales sabe tocar la fibra sensible. Estamos ante un libro que se lee como nada, lleno de sorpresas, divertido y conmovedor, escrito con sencillez y cuya lectura deja una agradable sensación de satisfacción.


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