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Universo de pocos

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martes, 14 de febrero de 2023

“Vida y milagros de Stony Mayhall”, de Daryl Gregory

Portada de “Vida y milagros de Stony Mayhall” de Daryl Gregory

Con éste ya son tres los libros de Daryl Gregory que reseño en Universo de pocos. El hecho de repetir un autor no es una señal inequívoca de que me guste, ya que por lo general procuro dar una segunda oportunidad. No voy a dar nombres pero hay más de un escritor con el que lo he intentado hasta tres veces, en parte por cabezonería pero en muchas ocasiones movido también por el ruido de fondo que generan las redes sociales. No es el caso de Gregory, del que puedo afirmar que no me ha defraudado todavía. Se trata de un escritor que mantiene un nivel medio alto y que desde mi punto de vista alcanzó su cota máxima con La extraordinaria familia Telemacus (2017) (enlace). Vida y milagros de Stony Mayhall (2011) fue escrita unos años antes y en ella ya puede observarse la atención que Gregory dedica a los personajes y el sentido del humor con el que aborda las historias.

Vida y milagros de Stony Mayhall es una novela de zombis con todos los tópicos y componentes habituales del subgénero pero que así y todo pretende ser algo completamente diferente. Gregory no ha sido el único en acometer un desafío así, Colson Whitehead quiso hacerlo, curiosamente en el mismo año, con Zona Uno, un libro que si bien es más ambicioso es también el doble de aburrido que el de Gregory. Además carece de su sentido del humor, un elemento por otra parte bastante necesario en un subgénero que ha sido explotado hasta la saciedad y que parecía agotado. Unos años más tarde, en concreto en 2014, otro escritor, M.R. Carey, retomaría la temática zombi con Melanie, una novela en la que la protagonista, al igual que sucede en Vida y milagros de Stony Mayhall, es un zombi. Resulta curioso que en ambos libros el personaje principal sea el que sostiene casi por sí solo la novela y que sea el que marca la diferencia con respecto a otras novelas de la misma temática. También coinciden en que sus respectivos protagonistas, Melanie y John, son dos seres que, a pesar de lo que son, de lo que su naturaleza les impulsa a hacer, se ganan desde el principio la simpatía del lector.

John es encontrado siendo un bebé junto al cadáver de su madre en una cuneta. En medio de una tormenta de nieve Wanda Mayhall y sus tres hijas se lo llevan a casa y deciden ocuparse de él. Es un MV, un muerto viviente o un «viviente alternativo» como algunas facciones zombis reclaman ser denominados. Precisamente es esta guasa la que hace que la novela no sea una historia de zombis convencional. Al principio Alice, la mayor de las hijas, se opone a su madre por el peligro que supone cobijar a una criatura así. Años antes una epidemia causada por algo que todavía se desconoce convirtió a miles de personas en zombis y aunque pudo ser sofocada, el miedo persiste en la población.

Debido a la pasmosa resistencia que muestra el cuerpo de John a todo tipo de agresiones sus hermanas prefieren llamarlo Stony. Durante su infancia lo someten a todo tipo de perrererías que luego Alice deberá enmendar a escondidas de su madre. Esto se cuenta en la primera parte del libro, la más divertida de todas y que nos dará a conocer a un Stony niño tremendamente humano, tal y como comenta Elías F. Combarro, más conocido como Odo, en el prólogo. A este rasgo de humanidad yo añadiría la ausencia de maldad y la voluntad de hacer siempre lo que considera más justo. La novela está dividida en cuatro partes que nos relatan diferentes períodos de la vida de John. La primera está dedicada a su infancia en casa de Wanda con su hermana, y las siguientes a su etapa de adulto, en la que convivirá con otros como él, aunque su familia verdadera —siente él — será siempre la familia humana que lo acogió.

En el libro que nos ocupa, al igual que sucede en otras novelas de Gregory, la familia juega un papel de gran importancia. Como he mencionado no se trata de la familia biológica de Stony aunque sea tratado siempre como un miembro más. El hecho indiscutible de que Stony sea diferente y de que fuera de la familia sea considerado un peligro no cuenta para su madre y su hermanas y no afecta al cariño que le tienen, si acaso su singularidad despierta en ellos una enorme curiosidad. A pesar de todo, la vida de Stony no es como la de los demás, él no puede salir de la granja donde vive ni ir tampoco a la escuela por lo que encuentra refugio en los libros, en concreto le gusta una serie de novelas protagonizadas por alguien con el que puede identificarse: un zombi.

Otro elemento recurrente en las novelas de Gregory son los personajes poseedores de una capacidad o habilidad especial. Así sucede en Afterparty (2014) (enlace) en la que su protagonista creía ver a su ángel de la guarda o en La extraordinaria familia Telemacus en la que cada uno de los miembros de la familia estaba dotado de un poder extrasensorial. En cierta manera, a su pesar, Stony es un superhéroe porque además de su invulnerabilidad es capaz de hacer cosas que no están al alcance de los seres humanos. Lo curioso es que estas habilidades especiales que poseen muchos de los personajes de Gregory raramente sirven de consuelo a sus protagonistas y no ayudan a mitigar el profundo sentimiento de alienación que pesa sobre ellos.

Vida y milagros de Stony Mayhall, a pesar de su grosor (algo también habitual en las novelas de Gregory), se lee de un tirón. El estilo sencillo, unos personajes entrañables, una trama que nunca se sabe por dónde va a tirar y un poco de humor son los que lo hacen posible. El libro además nos hace reflexionar sobre algo tan prodigioso como es la vida; lo curioso es que lo hace a través de un personaje que precisamente carece de pulso y cuyo corazón ha dejado de latir para siempre, en definitiva de alguien que está muerto. Ni Stony ni nadie se explica cómo es posible que, a pesar de todo, tenga consciencia de su existencia. Se trata de una cuestión nada trivial, muy similar a la que nosotros, los que nos creemos vivos, nos hacemos y que tampoco hemos sabido responder.

martes, 15 de febrero de 2022

“Afterparty”, de Daryl Gregory

Portada de “Afterparty” de Daryl Gregory

        Siempre que abordamos la lectura de un nuevo libro, por mucho que queramos evitarlo, lo hacemos con una idea preconcebida. Seguramente es lo último que desea el autor pero antes de haber puesto la vista en la primera página influidos seguramente por la portada o por el texto de la contraportada, sin quererlo, nos hemos construido nuestro pequeño boceto mental. Es el deseo de introducirnos en un mundo al que nosotros somos incapaces de llegar con nuestra imaginación lo que nos impulsa y lo que nos predispone a pensar que la historia seguirá un rumbo concreto. La mayoría de las veces nos equivocamos, lo que no siempre es malo pues puede propiciar más de una agradable sorpresa. De esta manera, cuando me dispuse a leer Afterparty (2014) yo ya me había hecho una idea. Esperaba que su autor, Daryl Gregory, confrontara religión y drogas dentro de un relato de ciencia ficción. También me esperaba una trama más humorística o loca y sin embargo lo que me he encontrado es un sólido thriller con algunos elementos de ciencia ficción y de comedia. Como thriller la novela es estupenda y la he disfrutado como el que más aunque confieso que me he quedado con ganas de leer esa novela que mi mente apenas lograba vislumbrar. Otra vez será.

Hace unas semanas escribía Julián Diez un artículo en C titulado Géneros que manchan en el que sostenía que al mezclar diferentes géneros la ciencia ficción suele ser por lo general (a no ser que uno de ellos sea el pornográfico) la etiqueta que se lleva el gato al agua. De manera que si, por ejemplo, mezclamos ciencia ficción con terror o fantasía la novela resultante será considerada la mayoría de las veces ciencia ficción. Pues bien, en Afterparty este enunciado no se cumple. Y es que por mucho que se desarrolle en un futuro próximo lleno de drogas y tecnologías innovadoras la impresión final, el retrogusto que deja el libro una vez deglutido, es el de un thriller. Es posible que el escenario de ciencia ficción mostrado no sea lo suficientemente espectacular y se diferencie poco de nuestro presente como para dejar su impronta. Pero sobre todo es su marcada estructura de thriller lo que convierte a la novela precisamente en eso, en un thriller. En este caso y como se lleva hoy en día las intrigas a resolver son varias, una en el presente y otra en el pasado, que afecta directamente a su protagonista femenina. Es frecuente que en este tipo de relatos tengamos un malo que se sale de lo común. Aquí, entre otras excentricidades, se dedica a cuidar auténticos bisontes en miniatura en su tiempo libre. Tenemos también alguna que otra persecución y sobre todo la sensación de que alguno de los personajes principales no es lo que parece y de que la traición está a la vuelta de la esquina. Lo que decía: un thriller.

En La extraordinaria familia Telemacus (2017), una novela que según mi opinión no gozó de la atención que se merecía, ya había demostrado Gregory que su fuerte son los personajes. Si la familia Telemacus se componía de personas con diversos poderes paranormales que determinaban en gran manera su forma de ser, los personajes de Afterparty padecen en su mayoría de algún trastorno mental lo que los convierte de alguna manera en el reverso de dicha familia. Empezando por su protagonista, Lyda Rose, una neurocientífica a la que tras una sobredosis con un fármaco que ella y su equipo habían sintetizado se le aparece su ángel de la guarda en forma de la doctora G. Lyda sabe que la doctora G. no es real, pero aún así discute con ella cada vez que se entromete en su vida y ejerce el papel de su conciencia. Tenemos también a Ollie, su compañera en el psiquiátrico, que padece paranoia entre otros trastornos, y está perdidamente enamorada de Lyda; a Bobby, que cree que el pequeño cofre que cuelga de su cuello atesora su conciencia; a Vic que ve a Ganesh, el dios hindú con cabeza de elefante o a al pacífico Vinnie que se transforma en el despiadado El Vincent al tomar determinadas pastillas. Lo cierto es que son pocos los que se muestran mentalmente equilibrados y la mayoría toma fármacos para superar sus problemas psíquicos o hacer algo por encima de sus posibilidades. Tomar drogas parece algo generalizado en el mundo que concibe Gregory, están al alcance de cualquiera hasta el punto de que uno mismo se las puede fabricar si tiene una impresora «quimjet».

La novela arranca con la sospecha de Lyda de que la droga que investigaba y que afectó a su cerebro en el pasado se está distribuyendo en las calles. Los que la han probado están convencidos de ver a Dios, o al menos una de sus muchas caras. La droga no debería estar siendo distribuida puesto que todo el equipo que formaba parte de la investigación se comprometió a no volver a sintetizarla después de los terribles hechos que sucedieron (la muerte violenta en circunstancias no del todo aclaradas de uno de los miembros del equipo y esposa en ese momento de Lyda). El núcleo de la novela consiste en desentrañar estos dos misterios.

El considerable tamaño del libro (tiene 473 páginas) no es óbice para que se pueda leer en unos pocos días no sólo sin esfuerzo sino incluso con agrado. Destacan, como ocurría en La extraordinaria familia Telemacus, sus diálogos chispeantes con agudos toques de humor. Gregory demuestra conocer bien el oficio y conduce la trama con destreza hasta una conclusión satisfactoria aunque deja sin explicar, a propósito supongo, un hecho al que no puedo aludir sin destripar la trama. En definitiva, se trata de un libro muy entretenido cuya mayor pega es el precio, al menos el que yo pagué. Afortunadamente para los que no se precipitaron a comprarlo cuando se publicó, se puede encontrar desde hace un tiempo al precio bastante más razonable de 19€ en lugar de los 26€ que apoquiné yo. El que se decida a hacerlo ha de ser consciente de que más que una novela de ciencia ficción se lleva un buen thriller.

martes, 19 de junio de 2018

“La extraordinaria familia Telemacus” de Daryl Gregory

“La extraordinaria familia Telemacus” de Daryl Gregory            A decir verdad nunca he sido muy amigo de los superhéroes, me refiero a héroes con super poderes como Superman, Spiderman, o como los que proliferan ahora en los cines. Incluso siendo niño prefería otro tipo de héroes como Tarzán o el Capitán Trueno, porque jugaban sin ventaja con respecto a los demás y porque me parecía que tener un superpoder hacía todo demasiado fácil. Daryl Gregory con La extraordinaria familia Telemacus nos demuestra que la vida de alguien con “superpoderes” puede ser todo menos fácil.
 
            Matt Telemacus a sus catorce años mientras observa a su prima a través de un agujero en el armario logra un grado tal de excitación sexual que llega incluso a salirse de su propio cuerpo. Gracias precisamente a poderes como el que Matt acaba de descubrir la familia Telemacus vivió tiempos mejores. Irene, su madre, los dos hermanos de ésta y sobre todo Maureen, la abuela, eran cada uno de ellos poseedores de un talento paranormal que los hacía únicos. Una ocasión que un timador profesional como Teddy, el patriarca de la familia, no podía desaprovechar para intentar triunfar en la tele de los años sesenta. Sin embargo, todo se va al traste cuando son ridiculizados en un conocido show ante millones de telespectadores por G. Randall Archibald, una especie de cazador de farsantes de lo paranormal. A partir de aquí todo va de mal en peor en la familia Telemacus hasta llegar a los años 90, momento en los que se desarrolla la historia que se narra en el libro.

            Lo que hace de La extraordinaria familia Telemacus una novela inolvidable son sus  personajes. Se trata de unos personajes que, aunque poseedores de poderes paranormales, resultan enormemente creíbles, seres humanos de carne y hueso cuya manera de ser es coherente con su peripecia personal y con sus dones extraordinarios. A través de los cinco protagonistas, que se van alternando en cada capítulo, vamos conociendo el pasado y el presente de la familia hasta llegar al desenlace final. Otra gran baza del libro son sus diálogos, la mayoría de las veces son brillantes, sobre todo los que mantiene Teddy con los gangsters o con el servicio secreto. El humor está muy presente en la novela y se hace más evidente en el tramo final del libro cuando el enredo en el que la familia se ve envuelto llega al borde del delirio. Pero aunque la novela acaba decantándose por la comedia podemos encontrar también momentos de vibrante tensión y de honda ternura. Se trata de una de esas novelas en que todos los acontecimientos que se narran parecen encaminados a dirigirnos a un final apoteósico. Eso siempre conlleva el riesgo de no cubrir las expectativas y acabar por decepcionar al lector. No es el caso. El final es completamente consecuente y además el camino hasta llegar a él resulta de lo más entretenido.

            Un libro muy recomendable (sobre todo ahora que llega el verano) protagonizado por una familia que, aunque en el día a día se lleva mal, a la hora de la verdad y como suele ocurrir forma una piña. Léanlo y pasen un buen rato antes de que hagan una mala película de él.