Herederos
del tiempo es la primera
incursión en la ciencia-ficción del escritor inglés Adrian Tchaikovsky y es
también la primera novela suya en ser publicada en España. Su irrupción en el género
fue todo un éxito puesto que su obra fue premiada con el premio Arthur C.
Clarke en 2016. El acierto de la novela estriba sobre todo
en haber sabido contar la historia de una civilización extraterrestre, creíble,
coherente y muy diferente a la nuestra pero que al mismo tiempo no resulta del
todo insondable. El truco de Tchaikovsky se debe a que las criaturas alienígenas
que nos presenta no lo son del todo, sino que son el resultado de la evolución
acelerada de una especie terrestre.
La humanidad ha alcanzado en el
futuro grandes avances tecnológicos, sin embargo, en otros aspectos aún no ha
progresado lo suficiente y sigue sin saber resolver sus desavenencias de una
manera pacífica conduciéndola al borde de la guerra. Una guerra que probablemente
sería catastrófica para la Tierra y condenaría a la raza humana al exterminio.
La doctora Kern para garantizar su supervivencia ha concebido un controvertido
proyecto que consiste en terraformar varios planetas en los que una vez que
resulten habitables pretende desembarcar familias de simios. No se trata de
monos normales, Kern les ha inoculado un virus que acelerará su evolución hasta
la inteligencia. Su misión será preparar el camino a los futuros colonos
humanos que más adelante se asienten en el planeta. Como es de imaginar las
cosas no sucederán como estaba previsto.
La novela está formada por dos
tramas que se entrecruzan. En una de ellas se nos narra el progreso de los
extraterrestres desde que comienzan a utilizar la primera herramienta hasta
culminar en una sociedad avanzada y cooperativa. La otra trama está
protagonizada por los únicos seres humanos que quedan y que a bordo de la Gilgamesh buscan un planeta en el que
poder establecerse. Es cierto que la trama con los extraterrestres es la más
original y fascinante de las dos, pero también es cierto que cuando confluyen
la novela alcanza los momentos más excitantes y emocionantes.
Algo que me ha sorprendido ha sido
el narrador escogido por Tchaikovsky para contar la trama alienígena. Un narrador en tercera
persona que es claramente humano y que cuenta y explica todo para hacerlo
comprensible a un lector que también lo es. Tanto es así, que hasta los nombres
que se asignan a los personajes principales proceden de la cultura humana. Al principio
esto me impidió sumergirme del todo en la historia, pero la imaginación de
Tchaikovsky para recrear esta curiosa civilización, las soluciones tecnológicas
que inventa, la descripción de cómo evoluciona esta sociedad al final
consiguieron que me olvidara de este obstáculo y que me quedara enganchado.
Menos sólido se muestra el autor en
el tratamiento y elección de los personajes humanos, que por lo general están
poco desarrollados y carecen de carisma. También parece evidente que la trama
que se desarrolla en la nave espacial se ha estirado para dar tiempo a
evolucionar a las criaturas de la otra historia que transcurre en paralelo.
Personalmente el uso que hace de la cursiva para diferenciar los pensamientos
de los personajes del texto narrativo me parece una solución muy poco elegante.
A esto hay que añadir los errores de edición, de los que Tchaikovsky no tiene
culpa, que se suceden con más frecuencia de la deseada, sobre todo teniendo en
cuenta que el libro no es precisamente económico.
Pero todo esto carece de importancia
frente al derroche de ingenio y creatividad de la que hace gala su autor.
Tchaikovsky ha creado un escenario propicio para la aventura, con inteligencias
artificiales esquizofrénicas, con una civilización de criaturas de aspecto repugnante
llena de imaginación e instantes de tensión insuperables. Una telaraña tejida
con imaginación que te acaba atrapando.
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