Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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viernes, 23 de marzo de 2018

"Parentesco" de Octavia E. Butler

"Parentesco" de Octavia E. Butler            “La última vez, al volver a casa perdí un brazo. El brazo izquierdo. Perdí también un año de mi vida, aproximadamente, y buena parte de la comodidad y la seguridad que había tenido – y no había valorado – hasta entonces. Kevin fue al hospital en cuanto le soltó la policía y se quedó conmigo para que supiera que a él no le había perdido.”
             Así comienza esta magnífica novela, con este sencillo párrafo, emotivo a la vez que repleto de misterio, ejemplo de pericia a la hora de atrapar a un lector con unas pocas palabras bien colocadas. Si ya resulta difícil resistirse a este comienzo aún más lo es hacerlo a su prólogo de tres páginas, que me parece fascinante.
 
            Parentesco es una novela intensa, a veces dura, emotiva, que no da tregua, contada con sencillez y convicción y que aún perteneciendo al género de ciencia-ficción no pretende ser un prodigio de imaginación. No es lo que busca la autora, si se vale del viaje en el tiempo es para enfrentar a una persona del presente con lo que es la esclavitud, y en ningún momento se aparta de su propósito. Los que esperen un relato lleno de inventiva y de complejas e ingeniosas paradojas temporales se llevaran una gran decepción, porque lo que se van a encontrar es una historia sobre todo humana. 
 
             Dana, la protagonista de la novela, mientras habla con su marido en su casa de 1976 es transportada de manera inexplicable al año 1815, en plena época de la esclavitud. Butler no se complica en ningún momento la vida buscando explicaciones científicas y se centra en los personajes y en mostrarnos con gran realismo la vida que llevaban los esclavos en esa terrible época. En ese sentido es interesante la relación contradictoria que mantenían los esclavos con sus amos, algo que Butler sabe plasmar muy bien en la novela y en el que el complejo vínculo que se establece entre Dana y Rufus, su antepasado, le sirve de espejo en el que poder reflejar magnificados esos sentimientos contrapuestos.
 
            Octavia E. Butler es una escritora que por desgracia no ha tenido mucha fortuna en el mercado español. El hecho de ser mujer y encima negra (¿o debería de decir afroamericana?) seguramente no la ha favorecido. Que yo sepa en España sólo se ha publicado su trilogía Xenogénesis, que fue publicada en los lejanos ochenta por “Ultramar”. Yo no la he leído, pero las opiniones que pueden leerse en la web Tercera Fundación son en su mayoría elogiosas. Su libro  más valorado Wild Seed (1980), que aparece incluso en Ciencia Ficción las 100 mejores novelas de David Pringle sigue sin traducirse al castellano. Después de leer Parentesco, pienso que es una lástima que no puedan encontrarse más libros de esta interesante autora de la que me han quedado ganas de leer más.
 
            Un clásico de 1979 hasta ahora olvidado, que no debe pasar desapercibido entre otras rutilantes, la mayoría de ellas fugaces, novedades.

lunes, 19 de marzo de 2018

"Zona Uno" de Colson Whitehead

Zona Uno de Colson Whitehead            Lo cierto es que tras leer el comentario que escribió Ignacio Illarregui en C (aunque su valoración final es positiva) se me quitaron bastante las ganas de leer este libro, lo malo es que ya me lo había comprado. Cuando decidí adquirirlo Whitehead acababa de recibir el Pulitzer por El ferrocarril subterráneo, una novela que trata de un tren secreto que permite escapar a los esclavos de las plantaciones del sur de EE.UU. en el siglo XIX, no obstante, aunque menos galardonada, me atrajo más Zona Uno. El “mainstream” ya no le hace ascos a nada, temas antes exclusivos de la ciencia-ficción como los viajes en el tiempo, viajes interplanetarios, la supervivencia en mundos apocalípticos o incluso la superación de la muerte mediante la tecnología se han convertido si no en habitual en algo que ha dejado de sorprender; véase La mujer del viajero en el tiempo de Audrey Niffenegger, El libro de las cosas nunca vistas de Michel Faber, La carretera de Cormac McCarthy y Zero K de Don de Lillo. Sin embargo, que un escritor de literatura general se atreva con una de Zombis además de un gran atrevimiento supone introducirse en lo más despreciable y denigrado del género fantástico. Y claro, no pude resistirme.
 
            La historia que se narra, si es que se llega a contar algo, (al terminar el libro uno tiene serias dudas de que así sea), no se aleja del patrón zombi: un virus convierte en zombis a los que enferman, muertos vivientes mordiendo a todo el que pillan y contagiando a su vez a más gente, supervivientes que intentan organizarse, pillaje, ciudades devastadas, sangre, violencia... El protagonista, conocido como Mark Spitz, es un limpiador, y junto a su grupo se dedica a “limpiar” de zombis zonas de Manhattan previamente aseguradas por los marines. Su día a día consiste en entrar en casas, garajes y comercios y comprobar si ha quedado algún zombi escondido. Mientras realiza su trabajo, en los tres días en los que transcurre la novela, el protagonista va recordando su historia pasada, los días previos al apocalipsis, la noche en que se produjo el desastre y diversos episodios cuando ya reina el caos en el mundo. Whitehead ilustra la escasa acción con algún intento de ironía y una pretendida crítica social sobre los excesos de la sociedad de consumo, sin embargo, sus reflexiones pierden su eficacia entre aburridas evocaciones de la infancia y del pasado del protagonista que tienen nulo interés.
 
            El autor además pone muy poco de su parte para atraer o cautivar al lector. Y es que todo parece hecho a propósito para aburrir. Su gusto por la enumeración resulta la mayoría de las veces fatigosa, y en raras ocasiones aporta algo:
            “En aquellos primeros tiempos, todos ellos esperaban el momento de escapar. Todos ellos y los solitarios; los alternativos, los jóvenes que estudiaban en otra ciudad y tenían morriña, y los profesores jubilados confinados en casa, los ancianos que creían que los injustos esquemas del mundo ya no podían sorprenderlos, los recién llegados en un momento inoportuno, sin amigos...”
            Ejemplos como éste los hay por docenas. Hay reconocerle a Whitehead la habilidad especial que tiene para la elaboración de frases aburridas.
 
            El continuo ir y venir del pasado al presente y su interés por detalles muchas veces superfluos no ayuda al lector a conectar con una historia que tiene muy pocos pasajes que logren seducir. A mí lo único que logró sacarme del bostezo fueron los “scraggs”. En la novela existen dos tipos de zombis: los “skels”, el zombi habitual conocido por todos que se dedica a comerse a los demás, y los “scraggs” que permanecen en una especie de estado catatónico, paralizados repitiendo hasta el infinito una acción intrascendente con la que se sienten a gusto, como hacer fotocopias o mirar un retrato. Parecen atrapados en un pasado que nunca volverá pero muchos supervivientes, en medio del caos, parecen mirarlos con envidia.
 
            El protagonista, Mark Spitz, no sólo es un hombre mediocre, es el más mediocre de todos los hombres, un verdadero experto en mediocridad, algo que le ha permitido en el pasado salir siempre adelante. Nunca ha destacado por nada, pero el mundo tras la epidemia se ha convertido en el paradigma de la mediocridad y nadie está mejor adaptado que Mark Spitz  para sobrevivir en él. El futuro es de los mediocres, parece querer decirnos el autor y para confirmarlo se empeña (y consigue) en hacer su novela lo más aburrida posible.

martes, 27 de febrero de 2018

"La glándula de Ícaro" de Anna Starobinets

"La glándula de Ícaro" de Anna Starobinets
            Los incondicionales de este blog (si es que existen) sabrán de mi poca fortuna a la hora de escoger las últimas lecturas. A consecuencia de ello he querido recurrir a un valor seguro como es Anna Starobinets para esta nueva reseña. La glándula de Ícaro llevaba esperando en la pila su oportunidad desde hacía tiempo, reservaba el libro como si fuera un buen vino, así que ahora, en este momento en el que no quería añadir otra decepción, y en el que las novedades no me inspiraban excesiva confianza, he creído que estaría bien descorcharlo. Como suele ocurrir con los mejores vinos, la producción de Starobinets es limitada por no decir exigua, una razón más para que quisiera postergar su lectura.
 
            La glándula de Ícaro se compone de siete relatos en la línea de Una edad difícil.  La edición se completa además con un interesante y aclarador prólogo de Ismael Martínez Biurrun. Al releer ahora mi reseña de Una edad difícil me doy cuenta de que es menos entusiasta de lo que pensaba aunque en mi recuerdo la tengo como una de las obras que más huella me han dejado en los últimos años. La memoria nos juega a veces malas pasadas, pero ahora pienso que el libro no había reposado el tiempo suficiente en mi mente ni madurado lo necesario para poder apreciarlo como se merece. Aprovecho para enmendar mi error y recomendarlo sin reservas.
 
            En un mercado copado por la ciencia-ficción feminista y en el que una reivindicación necesaria se ha convertido en moda y en “trending topic”, mientras otras escritoras sueñan en mundos sin hombres, en mundos sin sexos o en seres andróginos, Starobinets tiene pesadillas. Por ejemplo, en el relato que da título al libro a los hombres se les extrae la “glándula de Ícaro” para evitar que sean infieles y de paso amansarlos un poco. Un relato brillante salpicado de un humor negro que acaba convirtiéndose en un cuento de horror.
 
            En Siti Starobinets nos habla del mito de la gran ciudad en la que se supone haremos realidad nuestros sueños. Una visión paródica de EE.UU., en concreto de Nueva York, Siti es una ciudad lúgubre y repulsiva que choca con las maravillas que todo el mundo ha visto en las películas.
 
            El Lazarillo es el relato más extraño y más indescifrable del libro, una historia digna de David Cronenberg.
 
            El parásito es un compendio de lo mejor de la autora rusa. Volvemos a encontrarnos con insectos, extrañas metamorfosis, desamparo, religión y horror. El horror siempre está presente en los relatos de Starobinets. El horror por ser cómo somos, el horror por no poder llegar a ser aquello a lo que aspiramos, el horror a ser transformados en algo que no queremos ser. El horror en definitiva a un cambio que Starobinets presupone siempre a peor.
 
            En el cuento titulado La frontera las familias pueden viajar en el tiempo y revivir así  épocas mejores, para ello se desplazan en un modesto tren como quien va a Albacete a ver a su familia. El acierto de la autora es convertir algo fantástico como los viajes en el tiempo en algo cotidiano y en cierta manera incluso fastidioso.
 
            La impostura, la falsedad, la quiebra de la realidad... son temas a los que Starobinets vuelve una y otra vez, algo que la emparenta con Philip K. Dick, y Delicados pastos es un buen ejemplo de ello. Pero también en Spoki, uno de los relatos que más me ha gustado junto con El parásito, introduce Starobinets uno de esos personajes típicos suyos, un escalofriante remedo de marido que vuelve tras haber permanecido desaparecido durante años. Los cambios que se producen en los hijos al crecer, favorecidos ya sean por una consola de juegos o por la intervención de unas repugnantes hormigas como ocurría en Una edad difícil nunca son fáciles de asimilar para una madre.
            Tiene Starobinets un talento especial que muy pocos autores actuales poseen para inquietarnos y hacer que nos revolvamos incómodos en nuestros asientos. Mediante sus originales y atinadas metáforas consigue que nos zambullamos en sus mundos de pesadilla (incluso en sus relatos menos redondos) y que luego no sepamos salir a la superficie. Starobinets nos deja abandonados a nuestra suerte en medio del mayor terror sin que entendamos muchas veces cómo hemos llegado hasta allí ni por qué. Quizás sea esa combinación que hace entre fantasía y cotidianidad lo que hace que nos sintamos tan próximos a sus creaciones. Mi consejo es que prueben con cualquiera de los libros de Anna Starobinets que Nevsky ha publicado; una vez que empiecen es como el picotazo de un insecto que nunca se cura y ya no podrán dejar de leerla.

martes, 13 de febrero de 2018

"Borne" de Jeff Vandermeer


Borne de Jeff Vandermeer            Algo debe tener Jeff Vandermeer para que, a pesar de que ninguna de sus novelas me haya satisfecho, siempre acabe cayendo en sus redes. Supongo que se debe a que escribe bien y a que es un autor con ambición literaria, algo que no es tan frecuente dentro del género de la ciencia-ficción. Lo primero que leí de este autor norteamericano fue Veniss soterrada, una novela de la que apenas recuerdo nada a excepción de unos ridículos suricatos inteligentes y de que no me gustó. Cuando se publicó Southern Research habían pasado los suficientes años para que me olvidara del mal sabor de boca que me había dejado Veniss soterrada, además las grandes alabanzas recibidas por su entonces nueva obra me animaron a abordarla a pesar de mi alergia hacia las trilogías. El mayor problema de Southern Research es que creaba una expectación tan grande, como ocurría en la serie de televisión Perdidos, que era imposible encontrar un final acorde. Borne ni siquiera logra concitar esa expectación.

            En un mundo desolado, devastado por la Compañía y en el que las criaturas artificiales llamadas biotecs campan a sus anchas viven Rachel y Wick. Se consideran afortunados porque cuentan con un refugio mucho mejor que los demás. Wick se dedica a fabricar nuevos biotecs o mutaciones con los que poder traficar y defender la casa. Rachel es una recolectora y su labor consiste en proporcionar a su pareja el material que necesita para su trabajo. Deambula por lo que queda de la ruinosa ciudad sorteando numerosos peligros con el objetivo de recuperar restos que piensa que pueden serles útiles. En una de esas exploraciones encuentra a Borne. En un primer momento es una criatura del tamaño de un puño que recuerda a una anémona. A partir de entonces Rachel se dedica a criar y educar a Borne a espaldas de Wick.

            Así resumida la trama puede tener cierto interés y tras leer las primeras páginas uno puede llegar a pensar que la historia va a depararnos excitantes sorpresas, pero el problema es que no hay mucho más, y lo que hay resulta disparatado si no completamente grotesco; empezando por Mord, un oso gigante que puede volar y su ejército de ositos asesinos. Tengo la impresión de que Vandermeer ha querido convertir un cuento infantil con osos y una criatura que parece surgida  de una película de dibujos animados y de la que hablaré después, en una historia “weird” para adultos. Como ya ocurriera en la trilogía  Southern Research, Vandermeer está más interesado en la ambientación, en la creación de un paisaje insólito o incluso de una ecología que en el propio argumento. Mientras que el mundo que nos mostraba en su obra anterior poseía cierta fascinación, en Borne carece del menor interés.

            Como protagonista de una obra de Pixar, Borne tendría su gracia, pero en una obra de ciencia-ficción con cierta ambición resulta infantil y poco verosímil. Hay escenas que parecen sacadas de los dibujos animados. La facilidad con la que Borne cambia de forma según su estado de ánimo, la forma en que sus ojos revolotean por la superficie de la criatura..., todo eso estoy convencido de haberlo visto antes. En concreto hay una escena en que Borne despliega el auricular de un teléfono que estoy seguro de haber visto (o algo parecido) en una producción de la Warner Bross.

            Al igual que sucedía en Southern Research Vandermeer acaba sin resolver los interrogantes que plantea y termina la historia sin explicar prácticamente nada. Lo peor de todo es que una vez que Borne crece, sus diálogos con Rachel, lo único que me atraía del libro, dejan de tener lugar y la novela se hace cada vez más aburrida. También se vuelve aburrida porque los personajes dejan de interesarme, la trama es cada vez más disparatada y no se atisba solución. La conclusión llega de golpe y con una facilidad que nos hace preguntarnos si era necesario esperar tanto. Dicen que nunca hay que decir nunca jamás, pues, creo que yo voy a hacerlo con Vandermeer.

lunes, 29 de enero de 2018

"Torres de Babel" de Ian Whates

Torres de Babel de Ian Whates            Uno se debe a su blog y se toma en serio poder realizar al menos dos reseñas al mes. Pero ocurre a veces que los planes no salen como uno quiere y que el libro con el que uno cuenta para hacer la reseña resulta decepcionante. Lo siento por la editorial Sportula, una editorial minoritaria que entre otras cosas destacables ha publicado varias antologías de Mariano Villarreal. Lo siento por Ian Whates, que por la foto de las solapas parece ser una buena persona. Y sobre todo lo siento por esos otros autores que han quedado sin publicar. En cualquier caso, el daño que pueda hacerle Universo de pocos a los afectados es mínimo y eso hace que me sienta mucho menos culpable.
            Los dos primeros relatos que componen Torres de Babel ya nos ponen sobre aviso. El primero, Montpellier, es la típica historia ciberpunk con todos los peores tópicos del subgénero. El segundo relato, Dolores de crecimiento, está escrito sin gracia y parece proceder de otra época, de cuando se publicaban las novelas de a duro. Aún y todo lo peor está por llegar. El relato titulado De tiendas está escrito con una simpleza y una falta de profundidad que uno podría perfectamente llegar a pensar que ha sido confeccionado por un niño. Es el claro ejemplo de todo lo que no se debe hacer en literatura y cuesta creer que una revista haya encontrado interés en publicarlo. Sin embargo, entre toda esta maleza sin desbrozar brota una flor inesperada y hermosa como es el relato Rosa del segador. Un cuento bien escrito, original y con un gran final. Hay otros relatos que tampoco están mal, aunque les falta algo de chispa como El fusil o Niñaoscura, el resto carece de excesivo interés o está escrito en un estilo algo trasnochado.
            Intentando ser positivo podríamos tomarnos el libro de manera didáctica y verlo como un ejemplo práctico del progreso de un escritor. El relato más antiguo del libro es de 2006 y el más reciente de 2016 y con cierto esfuerzo puede apreciarse una evolución. Es una pena que no estén publicados en orden cronológico para poder apreciar cómo la prosa de Whates va mejorando.

            Poco más puedo decir de este libro. Bueno, sí, aunque de esto no puedo echarle la culpa al autor. Me refiero a una expresión poco usual que utiliza constantemente el traductor. Como muestra un botón:
            “Llovía de la que salí del metro”.
            Más adelante vuelve a utilizar la misma fórmula:
            De la que daba la vuelta a la esquina un demonio rugiente saltó de la pared y me atacó”.
            Y así todo el libro. Una forma curiosa y que a mí me suena un poco pasada de moda. Sería interesante ver el original en inglés.
            Mi consejo final es que cojan su dinero y su tiempo y lo inviertan en otro libro, que los hay muchos y mejores. Dicho queda.

lunes, 15 de enero de 2018

"El escondite de Grisha" de Ismael Martínez Biurrun

El escondite de Grisha de Ismael Martínez Biurrun            En cierta forma El escondite de Grisha no ha sido la novela que yo me esperaba. Vinculaba más a Biurrun con el género de terror, tal vez porque había leído en alguna parte que su novela Infierno nevado era un homenaje a Lovecraft o puede que porque su última obra Invasiones haya sido publicada en Valdemar; en lugar de eso me he encontrado con un libro oscuro, complejo, que no resulta fácil de adscribir a ningún género en particular. Aunque El escondite de Grisha no es una novela terror, puede decirse que está escrita como si lo fuera. El tono de la novela además de sombrío es inquietante, una impresión que queda reforzada cuando descubrimos más adelante a quién se dirige su protagonista.

            El narrador y protagonista no tarda en poner las cartas sobre la mesa y desde el principio  parece querer advertirnos de que no nos va resultar nada fácil sacar conclusiones:
            “Es verdad, yo digo muchas mentiras. He aprendido a hacerlo con tanta naturalidad que podría conectarme a un polígrafo y hacerle creer que soy el hombre que descendió las escaleras del Eagle el veintiuno de julio de mil novecientas sesenta y nueve para dejar la primera huella en la superficie de la Luna.
            Contar una historia a través de alguien que no es sincero sin confundir al lector no es algo que resulte sencillo y tiene bastante riesgo. Cuando se opta por un narrador así es posible que uno acabe por no distinguir lo real de lo falso y que la trama derive en un espejismo hueco. Lo cierto es que Biurrun deja muchos interrogantes, aunque tengo la impresión de que ésa era precisamente su intención, que quería dejar su relato abierto a diferentes interpretaciones sin decantarse por ninguna de ellas en particular.
            La novela empieza cuando Olmo, un gigantón de dos metros que parece marcado por un pasado trágico, comienza a trabajar en una biblioteca de Madrid. Desde el principio se sugiere que cometió algo terrible en el pasado y según avanzamos en la novela se van desvelando detalles de lo que ocurrió. En la biblioteca conoce a Grisha, un extraño muchacho de diez años de origen ucraniano por el que desde el principio siente una gran curiosidad. El chico ocupa todas las tardes el mismo asiento y se sume en un trance que le impele a llenar un cuaderno de frases escritas en cirílico lo que provoca la burla de otros chicos. Lo más extraño de todo es que Grisha no conoce el alfabeto cirílico y por lo tanto es incapaz de entender lo que él mismo escribe. Olmo y Grisha, forzados por las circunstancias, deben emprender un viaje juntos para descubrir el misterio del chico y tal vez de paso restañar las heridas del hombre.

            Como decía, hay en la novela un deseo permanente de inquietar y de provocar extrañeza  utilizando elementos propios del género de terror, lo que hace que de vez en cuando encontremos frases como ésta:
            “Barcelona te recibe con un abrazo fingido pero no del todo hostil. Quiere examinarte antes de sacar sus conclusiones.”
            No me he equivocado al escribir el nombre de la ciudad, no es Carcosa ni Insmouth es Barcelona y en una época en que el Procés aún no existía. Esta, a veces, grandilocuencia y gusto por la metáfora parece quedar justificada cuando más adelante descubrimos este diálogo entre Olmo y su psiquiatra:
            “Tú me dirás: ahora exprésalo sin metáforas.” (Dice la psiquiatra)
            “Pero no sé hacerlo sin metáforas.” (Dice Olmo)
            Hay un personaje en El hombre en el laberinto de Robert Silverberg que no puede evitar transmitir todas sus emociones y pensamientos. Captar su alma desnuda es sumamente  desagradable para todos los que le rodean por lo que decide exiliarse a un mundo laberíntico. Precisamente todo lo contrario de lo que le ocurre al protagonista de El escondite de Grisha. Olmo es totalmente incapaz de sentir emociones y por lo tanto de demostrarlas (al menos eso es lo que asegura su protagonista) y su deseo más codiciado es volver a sentir para dejar de ser un robot, o un Nexus como dice su amante. Olmo tiene en la biblioteca su propio laberinto en el que esconder su falta de humanidad .
            En el libro se cita un poema de Emily Dickinson. Un poema que a pesar de no ser precisamente sencillo permanece grabado con firmeza en la memoria de Olmo y que puede darnos algunas claves de la novela. Transcribo la primera y última estrofa: 
Mi vida se había parado –  un Arma Cargada –
 en los Rincones –  hasta que un día
el Dueño pasó – me identificó y me llevó lejos –“
------
aunque yo así como él – podamos vivir largamente
él debe vivir más – que Yo–
porque yo tengo el poder de matar, sin – el poder de morir–

            Desentrañar los símbolos de esta extraña y personal novela se lo dejo a ustedes.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

"Detrás de sus ojos" de Sarah Pinborough

Detrás de sus ojos de Sarah Pinborough            Comentar este tipo de libros que dependen tanto de la intriga, de la sugerencia sutil y de un goteo preciso de la información es una tarea delicada si no se quiere arruinar el disfrute a los potenciales lectores. Espero que perdonen la ambigüedad e imprecisión con la que resumo la historia, en cualquier caso y salvo honrosas excepciones siempre me han aburrido las reseñas que se extienden en la sinopsis.

            Louise, joven divorciada y madre de un niño, acomplejada después de que su ex la dejara  por otra, no vive precisamente sus mejores momentos. Se desvela por su hijo pequeño, no obstante eso no colma su vida por lo que en ocasiones bebe alguna copa de vino de más y ha ganado unos kilos. Deseosa de establecer nuevas relaciones, una noche en un bar conoce al hombre de sus sueños pero la suerte no la acompaña y el hombre resulta ser su nuevo jefe.  Para colmo de males está casado con una mujer que encarna el ideal de perfección a ojos de todos los que la conocen. Louise queda impresionada por la belleza y magnetismo de ambos, sin embargo hay algo que no acaba de entender. ¿Si David y Adele forman la pareja perfecta, qué hacía David tonteando con ella aquella noche? La atracción que siente Louise hacia la pareja acaba siendo  más fuerte que su sentido de la responsabilidad. Me doy cuenta de que reducida la trama a este burdo esqueleto parece más una novela de Danielle Steel que el relato de misterio y suspense que cabría esperar de la autora de La casa de la muerte. No hay que dejarse engañar, Pinborough sabe muy bien lo que se hace y lentamente, como una droga de la que es imposible desengancharse, va inoculando la duda en el lector y consigue que nos resulte imposible soltar el libro. Llega un momento en que descubrir la verdad se convierte en lo primordial y vamos relegando nuestros quehaceres diarios para devorar página tras página.

            Como suele ser habitual en los relatos de misterio, nada es lo que parece y la trama se complica a medida que vamos averiguando detalles del pasado de la pareja. Si la primera parte  del libro no destaca precisamente por su originalidad, transita por lugares comunes del género y se vale de instrumentos habituales cuya eficacia está demostrada como psiquiatras, tragedias  sin esclarecer del pasado, sanatorios psiquiátricos, sueños recurrentes y cuantiosas herencias, la última parte sorprende por su impecable evolución hacia el terreno de lo fantástico. Aún y todo hay que reconocer también el mérito de Pinborough en la primera mitad del libro al saber utilizar con eficacia estos archiconocidos componentes. Aunque la narración comienza siendo de corte realista, la autora va deslizando los elementos fantásticos de una manera muy natural, casi sin que nos demos cuenta y sin que chirríen en nuestra mente.

            Como decía, Detrás de sus ojos es uno de esos libros que una vez empezados cuesta dejar, ideal para leer en vacaciones y que no tiene más pretensión que la de entretener y de paso inquietarnos con un gran final. Se trata de un final que puede que no guste a todos y que en estos días de “lo políticamente correcto” me ha sorprendido gratamente. Escribe Pinborough sin largas descripciones y apoyándose principalmente en los diálogos, lo que facilita aún más su lectura. Una novela que seguramente a Hitchcock le hubiera encantado trasladar a la gran pantalla.